Remedios: la Trascendencia de las Ideas
- Texto y Fotos: Nidia Beltrán
- 18 abr 2016
- 3 Min. de lectura
Foro Periplo se llenó con lo mejor de la industria del teatro de la ciudad para ver la première de Remedios: una obra de Ana Karen Sahagún y Luis Manuel Aguilar, el "Mosco".
Se ha corrido la voz ya de la nueva obra del Mosco, en donde la escenografía, como la de Puercoespín, atrae miradas de artistas e intelectuales por ser un artefacto metafórico en sí misma. En esta ocasión, la escenografía consistió en un castillo de un metro cuadrado, que albergaba a la actriz tapatía, Ana Karen Sahagún. Cuando el monólogo lo indicaba, Ana Karen saldría de la estructura de madera por un orificio de un metro de alto, que concordaba con la puerta con un arco árabe.

La escenografía daba el elemento surrealista necesario para hacer a los espectadores soltar cualquier prejuicio del teatro que tuvieran. Se desnudaron al entrar a la caja negra para entregarse al viaje al que la memoria de la pintora surrealista nos quisiera llevar.
Como si se viera una pintura: el artefacto escenográfico se desplegaba con su respectivo punto de fuga y perspectivas: ampliándose mientras más se acercara a las butacas. Se extendía en luces y alambres enredados en una estructura de muro, desplegándose desde la estructura del castillo.
Así comenzó Remedios: con una carga semiótica palpable.
La música en vivo de cuencos tibetanos, contrabajo, guitarra, flautas y más artefactos de percusión, fueron posicionándonos en diferentes épocas de la humanidad. En ellas, la actriz y creadora cumplió el papel de la mujer: la mujer-objeto, la mujer-ser-inferior, la mujer-revolución.

Soltando esferas de vidrio desde su castillo hasta el público: con la misma seguridad de dónde terminarán con la que se tiene sobre una idea, sobre una palabra, sobre una obra. Sabes de dónde vienen, cómo son gesticuladas y lanzadas al aire; pero no sabes a quiénes impactarán, no conoces su trascendencia.
Aún después de sesenta años del auge de la artista plástica que luchó su guerra de revolución desde las trincheras mexicanas, henos aquí: frente a una obra inspirada en su trabajo.
Así, después de lanzar todas las esferas, se dedicó a nombrarlas, a darles significado: conceptos, creencias, vanguardias; todas regadas como semillas en la tierra, sin orden alguno, pero con el propósito y la infinita posibilidad de convertirse en un ser vivo: bello y parte del universo, como el universo es parte de él.

Conceptos de lucha y revolución fueron constantemente mencionados en el transcurso de la producción. Pero no fue hasta casi el final, que cobraron un sentido diferente: no se referían una lucha violenta, sino a una postura de fuerza y voluntad que se plantara frente a la opresión, a la discriminación. Que se plantara y fuera escuchada de una manera contraria a como se recibe la violencia de género; pues no se puede luchar odio con odio, "eso nos haría uno de ellos".
Al combatir una violencia de género que se vive mundialmente, es importante contar con las herramientas racionales y de dignidad humana para hacerlo. Defender la Naturaleza Humana, amar en vez de discriminar. No permitir ni la violencia ni la ignorancia, que es su espacio predeterminado para nacer y existir.

Al terminar la obra, se hizo presente un equipo de Amnistía Internacional, que apoyaron a Ana Karen en la parte final del proyecto, y que la estarán acompañando en sus presentaciones para aterrizar la reflexión que se pueda tener en la obra.
Porque de la reflexión a la acción hay un pequeño pero esencial paso: Amnistía Internacional, defensora de Derechos Humanos, nos ayuda a darlo.
Actuación y Gestión: Ana Karen Sahagún
Dirección: Luis M. Aguilar "Mosco"
Dramaturgia: Jorge Fábregas
Producción Ejecutiva: Montserrat Sosa
Musicalización: Héctor Aguilar y Vico Díaz
Proyecto Escenográfico: Centro Centro
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