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Arte ¿callejero?

  • Columnista: Nidia Beltrán
  • 25 jul 2016
  • 3 Min. de lectura

Te platico, vengo regresando de un viaje breve a Canadá, donde pude ver muchos actos de arte callejero. Me llamó mucho la atención la tan diferente concepción de los artistas callejeros que vi en Quebec y Montreal y los que veo en Guadalajara, o la Ciudad de México.

El contexto es lo que define esa concepción, pues los actos que vi allá, a pesar de que son llevados a cabo en espacios públicos, son espacios para el arte en cuanto a que se propician los eventos: hay gradas movibles, se abre el espacio en una plaza para determinar el espacio para el acto y el espacio para el público, hay incluso pizarras donde se ponen los itinerarios de los artistas en escena. Entonces, a parte de ser espacios para el arte, son espacios que invitan cordial y formalmente a un público.

Esto hace que el público no se sienta invadido o atacado en su espacio, como lo podría ser un acto en un semáforo. Así, el público es el que decide activamente quedarse, ver y aportar económicamente al final. Esto hace que el artista sea artista, y no mendigo.

El Arte Callejero como Institución

Por su organización, la labor que se realiza de gestión y promoción para abrir espacios de exposición de artistas, la escena callejera se profesionaliza y se vuelve -de cierta manera- una institución.

Al definirlo así, se hace inevitable la presencia de una curaduría o selección de los artistas y obras que se expongan en ese espacio. No creo que ésta sea una manera más para cerrarles las puertas a artistas, sino al contrario: la activación de otro espacio de exposición. Sí, algunos deberán quedar fuera, pero esto lo que hace es elevar el nivel de las propuestas presentadas de amateur a profesional.

Entonces no se cierra, sino que abre y aumenta las posibilidades de profesionalización artística de las propuestas independientes y locales.

Esto es gran parte del respeto que se comparte en la escena: los artistas que se presentan deberán cumplir con actos mejor ensayados y curados. Al ver esto, el público acepta y respeta el trabajo del artista. Al tener el respeto y admiración de su público, el artista buscará sorprender y experimentar más, y así constantemente estar perfeccionando su disciplina.

Una Sociedad sensible al Arte

Todo esto ¿en qué más resuena? En la cultura compartida del grueso de los habitantes.

Ofrecer tan a la mano propuestas artísticas tan valiosas, con un nivel alto de preparación y proeza, hace que la relación artista-público se formalice. La visión y conocimiento del espectador entonces es más elevada y tanto busca satisfacer su sed de arte asistiendo a museos, conciertos, obras... como ahora se convierte en un curador más de las propuestas en escena.

El acercar el arte a la gente, además de hacerlo asiduo y consumidor de propuestas nacionales e internacionales, aumenta su sensibilidad y empatía social. Sumarle a eso las buenas experiencias que relacionan con el arte desde la infancia, hace que la escena entera cambie y esté en constante evolución y perfeccionamiento.

Hay espacios en el metro de Montreal llamados "L'Etoile du Métro" (La Estrella del Metro), donde hay músicos que tocan; y dice también "J'aime, j'encourage" (Me gusta, apoyo), animando y alimentando así esta cultura del apoyo y respeto al arte independiente.

*Claro, se está haciendo el análisis de un país primer-mundista con condiciones económicas muy diferentes a las de México. Pero creo que los modelos se pueden fácilmente adaptar a la creación de una estructura funcional en nuestras ciudades.

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