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Rumbo a la Tierra Sin Mal

  • Texto: Ricardo Melendez | Foto: Alex Hernández
  • 30 ago 2016
  • 3 Min. de lectura

¿Sabemos de qué hablamos cuando hablamos de amor? ¿No aprovechamos,

con bastante frecuencia, la ambigüedad de la palabra para esconder o embellecer

amores dudosos, esto es, egoístas o narcisistas, para engañarnos a nosotros

mismos, para aparentar amar algo distinto de nosotros mismos, para ocultar

—antes que corregir— nuestros errores o nuestros extravíos?

-A. Comte-Sponville

Hay quien considera que la vida es un destino que hay que alcanzar, una meta, un

objetivo que cumplir. Por otro lado, están aquellos que entienden su vida como un

viaje -que hay que decirlo- todo viaje igual implica un destino. Sin embargo, el foco

de esta manera de ver la vida no está en el destino, sino en el tránsito, en el

camino, en el viaje y no en el final.

Ahora bien, el viaje a la Tierra Sin Mal, aborda precisamente esta situación, el

emprendimiento de un viaje hacia un lugar sagrado, un lugar utópico, aquel donde

no existe “el mal”, ahí donde todo es maravilloso, lleno de bondad.

Es así que existieron muchas civilizaciones nómadas, en constante búsqueda, en

constante cambio, pero, ¿por qué?, ¿por qué seguir migrando, por qué seguir

viajando? Platón contestaría: por amor, a causa del Eros.

“¿Qué es éros? Es el amor según Platón: «Lo que no tenemos, lo que no somos,

lo que nos falta, he aquí los objetos del deseo y del amor». Es el amor que toma,

que quiere poseer y conservar”.

Es decir, encontrar aquello que nos hace falta, buscar lo que no tenemos,

intentar llenar un vacío con lo que está allá afuera. Esto es precisamente lo que

me movió en la presentación de butoh, con la magistral interpretación de la

maestra Rosana Barra.

Éste es un viaje, que comienza con una constante lucha interna, un forcejeo, el

aferrarse a encontrar lo que falta fuera del ser, esa inquietud que no te deja en

paz. Buscamos tan desesperadamente y olvidamos lo que está dentro, lo que

somos, que incluso a veces llegamos a portar una máscara, a presentarnos como

algo que no somos, a seguir mintiéndonos antes de aceptar la verdad.

Y esto es precisamente lo que me llevo de Tierra Sin Mal, antes de buscar lo que

queremos alcanzar fuera del ser, debemos indagar en nuestro interior, ¿no será

mejor aceptarnos y querernos?, ¿amarnos tal y como somos? En lugar de tratar de

llenar vacíos, hay que dejarnos tocar, abrirnos, quitarnos la máscara que tanto

pesa y abrazarnos.

Pero el viaje no termina ahí: abrázate, quiérete, tal y como eres, desnúdate,

olvídate de las barreras, quítate la máscara, que el mundo te está esperando.

Luego sal a la calle, ábrete, comparte todo lo que tengas, que vale la pena

entregarse, al planeta entero, al Universo.

Así como se entregaron todos y cada uno de los participantes en la

presentación de Tierra Sin Mal, después de unos cuantos días de taller, se

enfrentaron a su público, se dejaron llevar y salieron victoriosos, incluso hasta

llegar al butoh en la calle. Sí, en la calle, se abrieron a la Perla Tapatía, que los

estaba esperando con los brazos abiertos, decidieron compartir su esencia con los

demás.

Ahora nos toca a nosotros, olvidarnos de las barreras, de las máscaras, de los

prejuicios, abrirnos y dejarnos llevar, aceptarnos tal cual somos y abrazarnos,

querernos, amarnos. Todos esto gracias al butoh, ese vehículo neutral, que busca

conectar con el público y al mismo tiempo que el público conecte consigo mismo,

cada quien en su individualidad, cada quien con sus problemas, cada uno con su

forma de ser.

Y tal vez, entonces, nos demos cuenta de que la Tierra Sin Mal no está tan lejos

como a veces pensamos.

BIBLIOGRAFÍA

Comte-Sponville, A. (2002). Invitación a la filosofía. Barcelona: Paidós.

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