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Fin de una Consciencia Partida

  • Foto y Texto: Ricardo Melendez
  • 5 sept 2016
  • 4 Min. de lectura

Una consciencia grupal que habla constantemente de separación y superioridad produce la pérdida de compasión a escala masiva, y la pérdida de compasión conduce inevitablemente a la pérdida de consciencia

Neil D. Walsch.[1]

La Muestra Estatal de Teatro Jalisco 2016 presentó este viernes la obra titulada “Fin de Partida”, una producción de la Compañía Inhala Teatro, original del dramaturgo inglés Samuel Beckett.

La puesta en escena muestra a cuatro personajes: Hamm, un hombre tirano, Clov su sirviente y los padres de Hamm: Nagg y Nell. Consiste en una representación de relaciones de poder entre los distintos personajes y los roles que ellos asumen ante esta situación, es decir, ante la tiranía y el autoritarismo de Hamm sobre los demás.

De modo que las siguientes preguntas se originan a partir de la obra: ¿de dónde surgen los tiranos?, ¿por qué tanta gente los sigue? Es decir, ¿cómo es que decidimos obedecer? Y en ese sentido, ¿cómo podemos acabar con la consciencia partida?

Fin de partida” se llevó a cabo en el escenario del LARVA, en la ciudad de Guadalajara. Cuatro tribunas totalmente llenas rodeaban a los actores que se encontraban justo en el centro, por lo que nadie se perdió un solo detalle de su excelente actuación. La sinergia de los actores era evidente, perfectamente coordinados y apoyados, lograron transmitir su energía, su esencia.

De tal manera que las relaciones de poder entre Hamm —el tirano— y Clov —su sirviente y sumiso compañero— resultaron hasta cierto punto incómodas para el espectador, particularmente para mí. ¿Por qué seguía ahí Clov, si Hamm lo maltrataba de tal modo?, ¿cuál es el motivo por el que soportaba tan desagradable trato?

Y es que precisamente el arte, en este caso a través del teatro, busca generar preguntas en su público, retarlo, conectarlo con su ser, abrirlo y acercarlo a su propia realidad.

Como no puedo hablar por todos, me limitaré a dialogar con las interrogantes que surgieron en mi mente.

Una de las posibles respuestas a las interrogantes anteriores tiene que ver con la pérdida de identidad, esa que nos hace únicos, aquellas situaciones o experiencias que nos marcan, aquellas a las que otorgamos un significado especial, un peso específico.

Ya lo dijo A. Lowen en su libro Miedo a la Vida: “cuando hemos renunciado a nuestra verdadera identidad para interpretar un papel estamos condenados a que nos rechacen porque previamente ya nos hemos rechazado a nosotros mismos”[1].

Ya nos hemos rechazado a nosotros mismos, escribe. Si a esto le sumamos la pérdida de consciencia, expuesta en el epígrafe que abre este escrito, entonces pareciera que nos encontramos ante un entorno no muy prometedor:

¿Por qué no desechamos el rol, ponemos fin a la simulación, abandonamos la pose o nos quitamos la máscara? La respuesta es que no somos conscientes de que nuestra apariencia y conducta son del todo auténticas. La máscara o la pose se han vuelto parte de nuestro ser”[2].

Es así que comprendo un poco más el fondo del por qué surgen este tipo de personajes autoritarios, como lo que pasa actualmente con el candidato a la presidencia de los Estados Unidos, Donald Trump. Lo alarmante, entonces, no es que el señor arroje comentarios racistas, clasistas o xenófobos, sino que tantas personas lo sigan, lo apoyen y hasta lo financien.

Lo que me lleva a volver a Hamm —el personaje encarnado por el también director de la obra, Alán Vera—, quien lleva tatuado un símbolo muy conocido por la humanidad en el brazo izquierdo: la esvástica, que fuera adoptada por el régimen nazi.

Este símbolo me liga una vez más a otras líneas escritas por Neil D. Walsch:

en sí, fue la consciencia colectiva la que generó suelo fértil para el nacimiento del movimiento Nazi. Hitler aprovechó la oportunidad, pero él no la creó”.[3]

Hitler aprovechó entonces, un entorno falto de identidad, un mundo que premia las diferencias y condena las similitudes, un planeta en el que la supervivencia le pertenece al más fuerte, una Tierra donde los desacuerdos son resueltos a través de la guerra.[4]

En conclusión, ¿qué podemos hacer para corregir este rumbo?, ¿dónde recae nuestra esperanza como sujetos que buscan el bien común? La respuesta, desde mi punto de vista, es más compleja de lo que parece. Sin embargo, creo que el asistir a este tipo de manifestaciones artísticas, como “Fin de Partida” sí nos abre el panorama.

Nos lleva, además, a razonar si las actitudes que tomamos y las acciones que realizamos nos acercan, aunque sea un poco más, al mundo que deseamos, a la realidad a la que aspiramos como humanidad.

En otras palabras, el arte, el teatro, y los artistas tan comprometidos —como Cristian Lira (Clov), Alán Vera (Hamm), Ismael García (Nagg) y Lucía Rea (Nell)— son la respuesta: ¡acerquémonos al arte!

Bibliografía:

-Lowen, Alexander. Miedo a la Vida. Estados Unidos: Macmillan Publishing, 2008.

-Walsch, Neil D. Conversations with God ‘an uncommon dialogue’ Living in the world with honesty, courage and love. Charlottesville: Hampton Roads Publishg Company, 2012.

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