Un padre, una hija y el mundo animal
- Columnista: Elías Leonardo
- 28 mar 2017
- 2 Min. de lectura

Está feliz por dejarse pintar bigotes felinos en la terraza de una cafetería. La autora de tal obra artística es su pequeña hija, una nena de cinco años que minutos atrás le preguntó si podía convertirlo en un león como el que vio en una película. Aquél no opuso resistencia en cooperar para transformarse en un rey de la selva pintoresco.
“Ya. Ahora tienes que hacer “grrrrrrrr”, le pide la niña. “Grrrrr, grrrrrrr, grrrrrr”, corresponde él.
La criatura se carcajea. No se sabe si ríe por ver a su papá hecho un garabato humano o por el ruido que emana un tipo que por primera vez tiene que rugir en público como un león. Pese a que los bigotes le quedaron de gato arañado, el padre está metido en su papel: se despeina para que su cabellera asemeje una frondosa melena.
Algunos comensales se alegran por contemplar semejante escena. Hasta puede decirse que desean vivirla o quisieran imitar.
En tanto, afuera de la cafetería, a bordo de un automóvil, dos personas prestan atención a lo que sucede en la terraza. Se trata de una pareja. La mujer, sentada en el lado del copiloto, mira su reloj con angustia, pues tiene prisa, pero de igual manera no quiere que avancen las manecillas. Por su parte, un hombre, del lado del piloto, le conmina a quitarse el reloj y que se lo dé. Ella reacciona con asombro.
-¡¿Qué te pasa?!
-Dame el reloj.
-¡¿Por qué?!
-Porque te mortifica. Tenemos un compromiso, sí, ¿y eso qué? Podemos poner
cualquier excusa para decir que no pudimos ir o que llegamos tarde. ¡Ve a tu hija!
-(…)
-Está contenta con su papá. Y ese señor, aunque te guste o no, es su papá. ¡Míralos! Se merecen uno al otro. ¿Quiénes somos nosotros para limitarles el tiempo, eso que disfrutan? Aguantemos un rato más.
A la vez, en la terraza, el león pintoresco recibe un mensaje vía whatsapp en que su ex esposa, la madre de su hija, le comunica que va retrasada, que el camino para llegar a la selva está lleno de inconvenientes. “Papi, ¿puedes ser un panda?”, pregunta la nena. “Sí, también puedo ser un panda”, responde papi.
La nena toma con entusiasmo el plumón.
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