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La Guadalajara que nos exige reflexión

  • Texto: Nidia Beltrán | Foto: Cortesía
  • 17 may 2017
  • 4 Min. de lectura

Ciudades Imposibles, como lo describe su plataforma digital, "tiene la intención de crear un puro espacio, como denomina Derrida al archivo desde una noción espacial en su libro El mal de Archivo, es decir, la de dar lugar a una serie de proyectos arquitectónicos que han conseguido crear una narrativa para el futuro de nuestras ciudades, inscribiéndose como imaginarios espectrales o como posibilidades del futuro en el pasado."

Es difícil querer definir esta iniciativa en una disciplina artística, o encasillarla únicamente en un trabajo de investigación. De lo que no hay duda, es que Ciudades Imposibles es una crítica al sistema cívico y arquitectónico de ésta y otras ciudades. La reflexión medular que sostiene al proyecto son las falsas promesas de progreso y la mentalidad ingenua del que sigue creyendo en ellas.

Como crítica, realizó correctamente su labor de investigación, tomando registro y levantando evidencia de los proyectos comenzados sin terminar y posteriormente abandonados a lo largo y ancho de la ciudad. El impacto urbanístico y en las vidas de los habitantes en torno a estos proyectos fueron una parte de su análisis. Aunque debo admitir, su manera de compartirlo con el público disfrazado de obra artística, fue mi parte favorita.

Era el último domingo de exposición, hice lo posible por estar puntual en el Museo de la Ciudad para el recorrido de las 19:00 hrs. Llevaba el audio descargado en el celular y me había contenido para no escucharlo hasta que me dieran la indicación.

Ya en la frescura de los edificios antiguos del centro de la ciudad, no pude evitar escuchar la conversación de una pareja que ya tomaba el tema de la exposición para discutir varias de las obras arquitectónicas abandonadas en Guadalajara y la falta de consideración de éstas hacia los habitantes. Aunque no alcancé a escuchar todo, me emocionó que incluso antes de entrar al recorrido, ya hubiera gente discutiendo el tema.

Cuando comenzó el recorrido (guiado por el audio que nos dieron a todos), subimos a la primera de dos salas del museo para escuchar en una voz femenina la historia de promesas que desde el siglo XX prometieron progreso a través de edificios, parques, construcciones que apoyarían el arte y la cultura...

"La promesa tiene muchos nombres, se llama turismo, se llama trabajo, se llama educación, salud, cultura, bien común... pero siempre es la misma cosa."

La siguiente sala contenía maquetas y renders de los proyectos prometidos: los arcos del milenio, el museo de arte contemporáneo, la ciudad creativa digital... Todo esto mientras escuchábamos spots publicitarios describiendo cómo cada uno de esos proyectos eran "la construcción más importante de la Latinoamérica contemporánea", cómo cada una de las construcciones cambiaría la concepción de Guadalajara y pondría el nombre de los tapatíos en alto por su mérito arquitectónico y su utilidad social.

Todo esto en un bombardeo mediático uni-direccional: dejando de lado las contradicciones que tenían un spot con el otro, cada maqueta llevaba bajo el brazo la promesa del futuro resuelto, de la vida fácil, de la modernidad brillante y lujosa para todos.

Antes de poder terminar de analizar los spots publicitarios, nos estaban dando la indicación de movernos al LARVA, donde el resto de la pieza continuaría. En un principio pensé que el recorrido daría una pausa para alcanzar a llegar al foro donde sabía que habría una exposición, pero lo que siguió fue probablemente mi catarsis dentro de la obra.

Mientras el grupo caminaba por las siete cuadras del museo al foro, comenzó otro relato: el de Esteban. Esteban sería el personaje principal de esta segunda etapa de la pieza, y lo que nos hizo fue conectarnos con las calles que transitamos, que hiciéramos una relación entre el concreto y nuestros pies; pues sí, ésta es nuestra ciudad, y quienes la recorremos día con día somos parte de ella, no somos desconocidos.

Así, con el primer acercamiento personal exitoso, el staff de Ciudades Imposibles nos invitó al interior del antiguo cine variedades para proyectarnos dos historias paralelas con música, audio y props.

Dos personas dieron su testimonio en un falso documental realizado a habitantes de la villa panamericana en caso de que ésta se hubiera construida en el parque Morelos.

De esta manera, la historia macro que los ideales y el futuro y el progreso de la ciudad depositaba en construcciones, se plasmaron en vidas reales de gente real que vivió las consecuencias de una construcción mal planeada con colaboradores poco comprometidos con el proyecto.

Las historias, aunque ficticias, hicieron lo que hace un libro o una película: abrirnos los ojos a realidades más allá de la nuestra. Por lo que al lado artístico-ficticio de la pieza, le di otro punto.

La obra invitó a una reflexión que culminó las experiencias vividas a lo largo de un poco más de una hora, preguntó expresamente cuántas historias como las de Esteban y sus allegados se repetirían si se comienzan más de estas obras sin futuro. La reflexión no sirve de nada a menos de que inspire una acción, en este caso una voluntad de ser mejores ciudadanos, de comenzar a exigir un diálogo con las instituciones que creen que saben lo que el habitante necesita, para comprometerlos a construir algo juntos y no imponer un proyecto a quien no lo quiere, no lo necesita y será afectado por él.

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