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El Intersticio

  • Columnista: Ricardo Navarrete
  • 30 abr 2016
  • 2 Min. de lectura

Ya vimos la diferencia entre montaje narrativo y montaje expresivo. Si bien el montaje narrativo puede estar pensando en transmitir sensaciones, no es su ámbito más fuerte ya que este “método” es ocupado así como una forma de ilustrar historias o guiones. No digo que todo montaje narrativo sea meramente ilustrativo, pero sí que en su gran mayoría el peso cae en la historia y el guión más que en la propia imagen o en las sensaciones de imagen Visual y Sonora.

Al pensar más en la imagen que en la historia, puede aparecer una forma de creación en imagen provocada en el espectador, esta imagen es a la que llamaremos intersticio. Para ser más claro, intentaré explicar cómo es que aparece a lo que llamaré: la imagen-intersticio.

La imagen-intersticio aparece cuando la intención es la de hacer partícipe al espectador de la obra. Esta imagen podríamos llamarla una tercera imagen que surge del espectador entre dos imágenes montadas por el autor. Al imaginar la unión de las imágenes, la intención no es la de resolver todo en esas imágenes montadas, sino generar un suspenso entre las imágenes para que el espectador active su pensamiento y forme una tercera imagen entre las que están proyectadas. Esto definitivamente toca las sensaciones del espectador y lo hace emanciparse, logra meterlo en la obra misma y hace que esa obra crezca debido a que cada uno de los espectadores le otorgará esa tercera imagen en cada ocasión.

Autores que trabajan la imagen-intersticio para poder percibir esto que explicó son Jean-Luc Godard, Alexander Klugue, Béla Tarr entre otros muchos. Y más cercanos el portugués Pedro Costa o el joven mexicano Nicolás Pereda.

El intersticio puede ser también insertado de igual forma en imagen Sonora como intervalos musicales dialogando con ruidos o sonidos específicos. No necesariamente debe haber una relación, sino el objetivo de lograr un cuestionamiento sobre qué pasa en el intersticio de las imágenes.

Esta técnica logra romper con el lenguaje convencional al que estamos acostumbrados a ver el cine que los mismos medios nos han llevado a verlo de esa manera. Esto rompe con lo que siempre nos dan y nos convierte en espectadores que piensan. Se piensa en un lenguaje distinto, somos partícipes de la creación.

Así este espacio los invita a ser espectadores pensantes y cuestionar lo que está proyectado desde lo que vamos analizando, que a su vez nos da un crecimiento personal.

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1 Véase para mayor extensión del tema de la necesidad de un espectador pensante ante el arte y no un espectador esperando a que le resuelvan el mundo y se lo faciliten a: Rancière Jacques, El espectador emancipado, Ediciones Manantial, Buenos Aires, 2010.


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